El síndrome del impostor en la universidad puede ser difícil, pero no estás solo
Por SABRINA FIGUEROA — sfigueroaavila@ucdavis.edu
Traduccion por: Hayden Michelle Sanchez-Robles
Mi primer año en UC Davis fue una experiencia destructiva. Recuerdo estar sentada durante el examen de estadísticas, mirando la primera página con una mirada vacía. Mas y mas estudiantes salían del salón mientras pasaba el tiempo, y no podía evitar pensar: “Antes
era buena en matemáticas. ¿Qué salió mal?” En solo dos trimestres, me convencí que no era tan inteligente como los demás: que era mediocre.
Como estudiantes de primera generación, asistir a una de las mejores universidades públicas del país es una expectativa que sientes como una obligación, y es un terreno fértil para el síndrome del impostor. Cuando logras alcanzar esa meta de asistir a una universidad respetada, es como navegar el Laberinto de Dédalo , fingiendo ser Teseo hasta que el Minotauro te encuentra y te destroza.
Durante el trimestre de invierno en mi tercer año académico, el Minotauro finalmente me alcanzó. No podía negar que, sin importar a donde miraba, sentía que no pertenecía. Sin embargo, mis familiares y los estudiantes de una preparatoria con los que trabajaba estaban fascinados de saber que asistía a UC Davis, una universidad renombrada. La reputación del nombre los hacía pensar que era un genio, y no pude evitar sentir que sus creencias estaban lejos de la verdad. Me sentía culpable, como si los estuviera engañando, y me presionaba a seguir adelante para no decepcionarlos.
Me esforcé, aunque no puedo decir que lo hice sin dificultad — considere tomarme un tiempo fuera de mis estudios — y no lo logre reprimiendo el estrés, esperando que desapareciera.
Al describir este sentimiento con un consejero, le dije: “Sigo pensando, ‘Que salió mal?’” Me respondió: “Esa no es la pregunta de enfoque. Siempre nos preguntamos ‘qué salió mal’ o ‘dónde salió mal,’ pero en realidad no es nuestra culpa, a veces nuestras situaciones son simplemente heredadas y debemos seguir esforzándonos para mejorar la situación para nosotros mismos o para los demás.”
Especialmente, como estudiantes universitarios de primera generación, mucho de lo que sentimos y nuestras experiencias son resultado de las situaciones en las que nacimos. Algunos no tenemos los mismos recursos y preparación que nuestros compañeros porque somos los primeros en vivir este proceso. Otros se han de sentir aislados porque no ven a otros estudiantes de su grupo etnico or raza a su alrededor, una barrera creada por prejuicios históricos en la educación y el alojamiento. Algunos deben de trabajar en varios empleos de medio tiempo para poder sobrevivir como estudiantes, porque vienen de hogares de bajos recursos. Esto no es tu culpa: Es un problema sistemático. Pasar tiempo pensando en cuando “saliste mal” — cuando no es cierto— es tiempo que estás perdiendo buscando algo que no existe.
La universidad no es una decisión para muchos de nosotros. Es una expectativa, y sin conocimiento del sistema educativo estadounidense, se siente complicado. Nada de esto es culpa tuya, ni de nadie más: Es una situación nacida de años de prejuicios y normativas sociales. Culpándonos solo remueve la responsabilidad de los sistemas destruidos que deben mejorar.
El síndrome del impostor también puede ser solitario. Te hace sentir que nadie más está perdido, que todos tienen su vida planeada. Pero eso no es la realidad: La universidad es una etapa donde la gente está averiguando qué hacer con su vida. Comenzando con cómo estudiar, a como cambiar de carrera múltiples veces, todos estamos navegando por el laberinto de la adultez. Aunque no parezca que otros estén en la misma posición, la vida es una actuación– y en eso no hay mucha diferencia.
A cualquier estudiante — ya sea nuevo o veterano, de primera generación o no — quien se encuentre sentir que no pertenecen, si perteneces. El simple hecho de que fuiste aceptado por una institución rigurosa demuestra que tienes el potencial de crecer en lo que deseas ser, incluso si aún no sabes qué es lo que quieres hacer. Permítete tener gracia— pídele ayuda a otros, acepta que estás perdido, aprende de una mala calificación — son de las cosas más fuertes, amables e inteligentes que puedes hacer por ti mismo. Si perteneces.
Escrito por: Sabrina Figueroa — sfigueroaavila@ucdavis.edu
Traduccion por: Hayden Michelle Sanchez-Robles
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