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Davis, California

Friday, December 19, 2025

Column: El resurgimiento del año 2000

Como se ha convertido la nostalgia en nuestra rebeldía silenciosa

 

Por NEVAEH KARRAKER — nakarraker@ucdavis.edu

 

La ropa de segunda mano, antes mal vista, ahora se ha vuelto aspiracional — el estilo targeted style evoca la nostalgia de mediados de los 90s principios de los 2000. Las generaciones presumiblemente criadas con iPads han adoptado abiertamente los teléfonos de concha y otras formas de tecnología antigua. Todo parece haberse invertido.

Este inesperado deseo de volver al pasado es un acto de rebeldía contraintuitivo. En nuestra civilización avanzada sin precedentes, el consumismo y la cultura motivada por el beneficio económico cultiva una actitud tacaña, en lugar de experiencias auténticas.

Hay verdad detrás de la expresión cliché “Las cosas no son como antes.” Los cambios estéticos a nivel nacional durante la última década han arrancado el brillo de la vida.  Los hogares, antes obras maestras architecturales, han sido desmanteladas de su belleza y transformadas en cajas blanqueadas, saturadas con muebles minimalistas de IKEA. Los logotipos han perdido su encanto, las parades han sido repintaada de color gris y los coloridos parques infantiles de McDonald’s han sido desmantelados. Donde antes las carcajadas de los once niños se mezclaban con el aroma de aire fresco, extendiéndose hasta los atardeceres entre rodillas raspadas  y árboles explorados que antes definían nuestro días, ahora pasamos el tiempo pegados a nuestros celulares o solos en nuestras habitaciónes. 

Las redes sociales se apoderan de la adicción de los usuarios, quienes observan sus vidas reflejadas por personas influyentes. Ropa que ofrece a los niños pequeños estilos demasiado maduros se produce en masa,  desgastandose en un año debido a su  baja calidad. El minimalismo no puedo mostrat las profundidades de la mente humana y su creatividad ilimitada, como las pinturas del kinder que se secaban sobre las rejillas metalicas, eran remolinos desordenados de color que eran obras maestras. La tecnología no puede reemplazar las interacciones tangibles con los demás, ni la aventura de explorar la naturaleza sin rumbo.

Los hogares de nuestros padres están llenos de estantes de recuerdos, de nuestros viajes, caminatas espontáneas con amigos y eventos de la vida preservados en álbumes  de fotos y libros de recortes — recuerdos físicos. Sin embargo, nuestros propios estantes están vacíos con la esperanza de experimentar la variedad y matices de la vida, mientras los boletos de conciertos llegan por correo electrónico y las fotos de bebés son compartidas digitalmente. 

La uniformidad del modernismo contrasta con la atmósfera que existió en los 90 y principios de los 2000. Por eso estamos obsesionados con las cámaras de rollo, las videocámaras y la edición borrosa en las fotos profesionales; se sienten como recuerdos, una representación más visceral que los filtros de Snapchat. La inconmensurable  alegría de la juventud aun nos envuelve mientras dejamos de caminar descalzo por senderos y enfrentamos el umbral de la adultez. 

Recordamos nuestro pasado — nuestra infancia — a través del sol desvanecido y recuerdos borrosos. Los rostros detallados de viejos amigos se han difuminado, y se vuelve más difícil recordar sus voces. Que se han profundizado con la edad..

Y, antes de darnos cuenta, comenzamos a rechazar el minimalismo actual, del mismo modo en que nuestros padres rechazaron la época en la que crecieron. Es un ciclo repetitivo que repudiamos — pero, todos somos iguales. Con la modernidad vienen los cambios, y, con ellos, la alteración de las que más valoramos..

En un universo paralelo, seguimos en calor pegasos de Agosto, en donde el comedor se llena de juegos de mesa, nuestros abuelos cantan “feliz cumpleanos” y despertamos con el arrullo de las palomas. 

A través de nuestra aceptación de los estilos antiguos y estéticas retro, buscamos resonar con la excentricidad de nuestro pasado y poder replicar la luminosidad que una vez habitó el mundo. El resurgimiento de  los 90 y los 2000 no es solo una moda; es un anhelo colectivo por los tiempos en que la vida se sentía más lenta — cuando no estaba filtrada por pantallas ni marcas diseñadas para silenciar la emoción. Hay consuelo en la baja resolución de fotos borrosas, los discos rayados y la tierra bajo nuestras uñas.

Mientras el mundo progresa, nuestros corazones se sujetan a la familiaridad. Es un sentimiento común, pero también es importante equilibrar la memoria con la renovación. El pasado puede colorear nuestras vidas hasta hacernos olvidar el presente. Hay belleza en dejar infundir esa nostalgia, vitalidad e intensidad en nuestras vidas que alguna vez la definieron. 

 

Escrito por: Nevaeh Karraker — nakarraker@ucdavis.edu

Traduccion por: Hayden Michelle Sanchez-Robles

 

Descargo de responsabilidad: Las opiniones expresadas por los columnistas individuales  pertenecen exclusivamente a los columnistas y no necesariamente reflejan las opiniones de The California Aggie.